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jueves, 17 de septiembre de 2015

Y si el mundo 
es un pañuelo,
¿Por qué a mi me hace llorar

en lugar de secarme las lágrimas?

Y si el mundo es un pañuelo,
¿Por qué la tierra que nos prometieron
parece tan lejana, tan imposible?

Y si los dioses son buenos,
¿Por qué hay guerras en su nombre?
¿Por qué hay hombres que matan en su nombre?

Y si el hombre es bueno,
¿Por qué hay señores que trafican
con mi vida, con mi libertad,
con mi camino, con mi comida
con mis sueños, con mi familia,
con política, con mi miedo,
con mi ridículo dinero,
con mis derechos, con mi dignidad,
con mi dolor, con mi sufrimiento,
con mi destino, con mi esperanza?

Y si el destino es bueno,
¿Por qué se queda mi hermano
por el camino?
¿Por qué están caminando a mi lado
la mujer y los hijos de mi vecino
pero él ni siquiera pudo salir?

Y si mi pueblo es bueno,
¿Por qué nos tratan como perros,
como un estorbo, casi basura,
cuando no somos menos humanos?
¿Por qué levantan barreras
y vallas con pinchos
cuando ven que si llegamos,
lo hacemos casi agonizando?
¿Por qué nos miran con asco al pasar,
como si fuésemos delincuentes,
como si huyésemos
por vergüenza o culpabilidad
en vez de escapar
de las atrocidades de un régimen?
¿Por qué nos reciben ellos con miedo
cuando somos nosotros
los que estamos aterrados?

respuesta: porque somos refugiados. 

jueves, 30 de julio de 2015

Que a mí siempre me pasa lo mismo,
como si me lo mereciese
por querer tanto, tonto,
y a tanta tonta,
ciego, a tientas:
todo sale todo lo mal posible,
tanto que nadie puede imaginarlo del todo.

Se nos juntaron el hambre
y las ganas de comer(te),
y así fue:
terminamos por devorarnos,
como los lobos,
vorazmente
pero de forma muy poco
veraz,
sin una pizca de la nobleza
que se supone implica el amor.

Nos sobraron huevos rotos
-ninguno los tuvo bien puestos-
tenedores clavados en la espalda,
copas que cortaban al beber de ellas,
y cuchillos poco afilados
que tenían mucho más peligro.

Y soy yo el que estoy ahora
pagando el pato
por haberme quemado las manos
sacando tus castañas del fuego.

Que esto no es lo mío, joder,
que yo siempre he sido mucho más frío
y me has derretido
por no haber sabido sofocar
mi ardiente y estúpida manía de quererte,
de querer quererte, de querer que me quieras,
de quererte bien y quererte ver bien.

Siempre acabamos mal los mismos.
A mí no me jodas más.

miércoles, 22 de julio de 2015

Si tú sigues por Playa América

Si tú sigues por Playa América
cerraré los ojos
e imaginaré que ya ha pasado otro año,
y que vuelve a ser primavera.

Cambiaré la bandera azul
por la pirata,
pues saqueaste el único tesoro que he tenido,
mi felicidad.

Si tú sigues por Playa América
volverán las grisáceas gaviotas
a por los restos, mis restos,
que no pueden o no quieren recuperarse.

Sonarán los fuegos artificiales
sintigo de la mano
y no tendrán ningún sentido porque
para mí ya nunca es fiesta.

Si tú sigues por Playa América
me inventaré historias nuevas
por no pensar más en la nuestra,
que fue sólo tuya y ahora es sólo mía,
porque tú te desentiendes.

Volveré a ver pasar los barcos
pero esta vez sin ningún motivo
para ansiar escapar en ellos.

Si tú sigues por Playa América
se me caerá el alma al cielo,
que más abajo no pienso estar.

Seré feliz sin ti
como durante todo el tiempo a tu lado
creí serlo sin mí.

Y no sabes cómo duele.
Y no sabes qué poco cuesta.

Si tú sigues por Playa América
jugaré a volar,
a hacer que no existes,
que no te veo, que no me escuchas.

Si me preguntan por ti
diré que saliste de mi cabeza sin darme cuenta,
porque ¿quién se acuerda de un grano de arena
cuando se va de la playa?

Si tú sigues por Playa América
seguiré nuevas huellas,
compartiré diferentes toallas,
me bañaré en mejores playas.

Seré feliz a contracorriente,
que es la única forma y la menos corriente
porque es la más difícil.
Pero sólo si tú sigues por playa américa.

domingo, 19 de julio de 2015

.

Todos en el amor somos
un poco Ícaro,
volando con alas
que alguien nos ha puesto,
dando tumbos entre
dos líneas rojas que no debemos sobrepasar,
y que al final
yo siempre acabo atravesando a cabezazos.

Y así no se puede.

Que uno también necesita
estar tranquilo,
no sólo feliz,
y joder, a veces cuesta tanto...

tanto que nos quedamos
por el camino,
y no nosotros mismos,
sino parte de lo que somos, lo que éramos.

Que lo bueno nunca es cambiar por alguien,
sino encontrar a alguien
por quien merezca la pena cambiar,
mejorar, poner luz a las oscuridades
que no nos gustan,
pero que las acepte a pesar de todo.

Y al final del proceso
uno acaba siempre diferente.
Los que vuelven de la guerra
no son los mismos que quienes se fueron  -escribió una vez Escandar-.
Pues con el amor es lo mismo.

Hacemos cosas que no nos gustan,
por personas que sí nos gustan
pero a las que quizás gustemos menos de lo que nos gustaría,
y qué broma de tan mal gusto.

Se supone que el amor tenía que hacerme feliz,
no un monstruo más asustado que nadie,
una roca que no quiere sentir más,
o más bien, que tiene miedo de hacerlo,
porque ya le fue mal demasiadas veces,
asqueado de lo que es ahora,
de lo que fue capaz de hacer
sólo por sí mismo.

Hablo del egoísmo de un quédate,
de la desesperación de un no te vayas,
de la engañosa falsa similitud entre un
si te hubieras quedado
y un
si no te hubieras ido.

Hablo de lo que hubiera pasado
si hubieras vuelto.
Si tan solo hubieras vuelto.

Que yo no quería que me entiendeses,
sólo que me escucharas
cuando este puto mundo achuchase,
que mejor que fueras tú quien me achuchase,
que fueses tú
quien me tendiese una mano
o se tendiese en el suelo a mi lado
para decirme que no me preocupe,
que desde aquí podemos ver mucho mejor el cielo.

Creo que no pedía tanto, joder.
Pero no. No pudo ser.
Empiezo a pensar que no puedo ser.

Que no me dejaste otra opción
que correr para salvar mi vida,
porque te la estabas comiendo entera.
Pero vaya mierda de vida ahora.

¿De quién coño te estabas vengando
el tiempo que yo estaba a tu lado?

A las ruinas se les permite ser
tan venenosas
cono encantadoras sean.
Y tú eras el súmum.
De esto que me cegaste
hasta que los puñales ta estaban en la espalda,
y no me atreví a gritar porque estaba sedado.

Y ahora estoy aquí, como un imbécil,
escribiendo lo que debería gritarte
para hacerte sentir culpable
de tu maldad, inconsciente,
pero no por eso menos hiriente.

Ahora estoy aquí, solo,
mucho mejor que contigo.
Y no, eso no es lo que siento,
pero sí es lo que sé.
Y no puedo traicionarme más veces.

Si alguno conoce algún día al Amor
decidle que es un hijo de puta.
Sin comillas.
Decidle que a mí no me joda más.
Que ya ha hecho suficiente.
Que ya no puedo ser feliz.
Que lo ha conseguido.

miércoles, 3 de junio de 2015

Maldito sea el tesoro que dicen que es vernos poco y que ahora nos toca desenterrar. Maldito sea el tesoro porque a 600 km prefiero ser pobre pero rico en miradas si son las tuyas, rico en tu mano sosteniendo mi cabeza y rico en las batallas de tus labios contra los míos. Maldito sea el tesoro si en lugar de tu boca de oro contiene una situación que me niego a aceptar: no quiero recordarte con imágenes, no quiero recordarte por conversaciones a través de un teléfono de mierda, cuando hasta ahora eran tus ojos los que me recordaban cada día, cada hora, cada segundo que se clavaban en los míos, por qué soy tan dependiente de ellos. Y ahora me quedaré como yonki sin su dosis, como Annie sin Hall, como un verano sin sol, como Hachiko en la estación esperando eternamente el regreso de su dueño, incapaz de asumir algo para lo que nunca he estado preparado. Que eso de que nos separamos y cada uno en su lugar es mentira: nuestro lugar es cualquiera, el que sea, mientras estemos los dos juntos. Pero sí, podemos trampear a la distancia poniendo puentes sobre los ríos de dificultades que pretandan arrastrarnos y ser marineros que consigan llevar sano y salvo a puerto un barco demasiado inestable luchando contra un bravo mar de kilómetros y mil tormentas. Podemos escalar toda esta mierda de tierra de por medio aunque los días sin vernos se acumulen en una montaña como el Everest. Porque las distancias separan, pero los sentimientos las superan.

De mi libro 19 Otoños y 500 Inviernos

lunes, 18 de mayo de 2015

Indicaciones

Yo nunca he sido el indicado
ni he sabido ver las indicaciones
que la vida me iba poniendo;
ser ciego es mucho mejor
cuando sabes
que te vas a estrellar igualmente,
todo sucede en un momento
y no pasas por la angustia de ser consciente
de lo rápido que avanzas contra la pared.
Pero duele igual.

Darle vueltas y prevenir,
intentar aprender del error
sólo sirve para cegarse más
y ¡pum! Te la vuelves a pegar
por no haber visto las nuevas circunstancias
y te sientas aún más tonto.

Tampoco ayuda más lamentarse
que levantarse y seguir corriendo
hasta la próxima hostia.
Que vas de una putada a otra igual,
pero al menos durante el camino
no llevas a cuestas la anterior
y te crees que eres libre, o feliz,
o todas esas mierdas que ojalá pero no,
que casi pero nunca.

lunes, 30 de marzo de 2015

Anochece en Madrid

Anochece en Madrid
y no estás  ami lado.
El cielo se tiñe también de rojo,
sin duda en un acto solidario
para compadecerse de mis heridas
y que pare de sangrar.

Deambulo por la ciudad
como intentando escapar de tu ausencia
que lo llena todo
y hace que todo esté tan vacío que da miedo.

Me pierdo por las calles
y las farolas tintinean a mi paso,
ellas también se burlan de mí
recordándome tu intermitencia
se supone que queriéndome.

Hay un grupo de cahvales
riéndose en esa terraza,
una pareja besándose
quizás antes de irse por caminos separados
en la boca de Metro.

Es noche en Madrid
y tú no estás conmigo.
El ir y venir 
de las luces rápidas de los coches
me está volviendo loco.

Camino bajo el cielo oscuro
y mastico el agrio sabor de la derrota,
de la despedida, de la partida.
Las estrellas también han decidido
no salir a verme
por eso de la contaminación.
Tu también pusiste una excusa
parecida, igual de mala.

Siento como la Aguja
de la plaza de Castilla
me atraviesa el pecho,
y las torres Kio
se derrumban sobre mí,
porque ya no las sostienes.

Me duermo en Madrid
y no es contigo.
La cama se queja,
protesta porque tu lado está desocupado,
frío y sin arrugar.

¿Cómo puede tu recuerdo
estar en todas partes
y hacerme sentir tan solo?

Malas noches
y crueles pesadillas
(los dulces sueños
no existen lejos de tu boca).