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jueves, 30 de julio de 2015

Que a mí siempre me pasa lo mismo,
como si me lo mereciese
por querer tanto, tonto,
y a tanta tonta,
ciego, a tientas:
todo sale todo lo mal posible,
tanto que nadie puede imaginarlo del todo.

Se nos juntaron el hambre
y las ganas de comer(te),
y así fue:
terminamos por devorarnos,
como los lobos,
vorazmente
pero de forma muy poco
veraz,
sin una pizca de la nobleza
que se supone implica el amor.

Nos sobraron huevos rotos
-ninguno los tuvo bien puestos-
tenedores clavados en la espalda,
copas que cortaban al beber de ellas,
y cuchillos poco afilados
que tenían mucho más peligro.

Y soy yo el que estoy ahora
pagando el pato
por haberme quemado las manos
sacando tus castañas del fuego.

Que esto no es lo mío, joder,
que yo siempre he sido mucho más frío
y me has derretido
por no haber sabido sofocar
mi ardiente y estúpida manía de quererte,
de querer quererte, de querer que me quieras,
de quererte bien y quererte ver bien.

Siempre acabamos mal los mismos.
A mí no me jodas más.

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